En los años sesenta del siglo
XX, Frank Drake ideó una fórmula matemática muy sencilla gracias a la cual
realizó unos cálculos con el fin de averiguar la posibilidad de que existieran
civilizaciones inteligentes en otros planetas.
En este caso yo tampoco tengo
la más remota idea de por dónde pueden ir los tiros. Resultaría fácil dejarse
llevar por la ilusión y especular al alza, afirmando que estamos rodeados
de magníficos seres cargados de
inteligencia, pero la ciencia nos enseña una y otra vez a no interpretar la
realidad en función de nuestros deseos e intuiciones. Sin embargo, te diré al
oído algo: estoy convencido de que el universo
está lleno de ellos.
Pero no me interpretes mal. El
hecho de estar convencido emocionalmente de la existencia de civilizaciones
extraterrestres no implica en absoluto defender el fenómeno ovni. El proyecto
SETI nada tiene que ver con el asunto de las abducciones, ni con esas historias
que una voz pretendidamente hipnótica nos cuenta en los programas nocturnos de
misterio. No puedes hacerte una idea de cuantos embustes se lanzan por segundo
acerca de estos asuntos. Miles de personas viven de asegurar sin ningún rigor
que estamos siendo visitados de forma permanente por seres del espacio. En esta
afirmación no hay, en sí misma, nada negativo. El problema es el método que se
emplea para abordarla. El escepticismo, la duda, la observación continuada, la
experimentación rigurosa, todo aquello que la ciencia utiliza a diario en sus
tareas no es tenido en cuenta por quienes se presentan a sí mismos como
expertos internacionales en el fenómeno ovni. Nunca, jamás, ningún científico
serio, utilizando su exigente método, ha afirmado que un avistamiento ovni se
haya producido realmente. Hasta el momento todas las historias que se cuentan
de contactos con seres de otros planetas no han podido ser confirmadas. Por
ahora, y a falta de más evidencias, continuamos estando solos.
Seguramente estarás pensando
que soy algo rígido en este asunto, que tal vez debería tener la mente
sanamente predispuesta a aceptar las historias que muchos testigos narran sobre
experiencias con tipos llegados de otros mundos. Pensarás que mi simpatía por
la ciencia me ha vuelto poco objetivo, convirtiéndome en enfermizamente
partidista. Si eso es lo que opinas, creo que será bueno que nos demos un
tranquilo paseo por el mundo de lo paranormal porque haciéndolo descubrirás un
método infalible para saber si una afirmación es científica o si se trata de
una rematada chifladura. Creo que de esta manera compartirás mi apasionado
escepticismo.
Estas pruebas, además, no debe
hacerlas una sola persona. Eso podría dar lugar a suspicacias. Existen muchos
motivos por los cuales un científico puede declarar públicamente que su teoría
ha sido confirmada cuando en verdad no es así. Son humanos y la vanidad también
está presente en ellos. Por ese motivo,
ha de ser toda la comunidad de científicos quienes hagan las pruebas, y
además el número de veces que consideren oportuno.
Pero incluso antes de realizar
las pruebas, no todas las ideas e hipótesis tienen el mismo valor de partida.
Deben tener una característica inicial perfectamente clara: no pueden entrar en
contradicción con lo que se sabe que ocurre. Si, por ejemplo, mi teoría es que
los objetos no son atraídos en absoluto con la gravitación de la Tierra, ya no
resulta preciso que nadie se moleste en
realizar experimentos.
Al iniciar esta obra te ponía
como ejemplo de hipótesis no científica la siguiente afirmación: “Siempre que
un ser humano ansía algo, el universo entero le ayuda a conseguirlo”. Te
aseguro que, por increíble que te parezca, muchas personas se toman esta frase
tremendamente en serio. Ahora tú, con tus nuevas herramientas para decidir si
algo es o no científico, puedes ver con facilidad que se trata de una gran
chifladura, porque ¿Qué experimentos se han hecho para confirmar esta
hipótesis? ¿Quién los ha realizado? ¿Qué científicos han participado? ¿En qué ha consistido el experimento con
exactitud? ¿Acaso han encerrado en un laboratorio a cien mil personas, les han
hecho apuntar en un papel sus deseos más profundos y luego han observado cómo
el universo, amable y benefactor, iba concediéndoselos uno a uno? Como es
lógico, no. Se trata, tan sólo, de una afirmación gratuita, poética y astutamente
diseñada para regalar los oídos.
Hay cientos de frases así,
proposiciones acerca de la realidad que se dan por válidas, pero que jamás han
sido analizadas con rigor por nadie. Quedan bien, eso es todo. Huelen a verdad
absoluta, a secreto escondido, a maravilla cósmica, pero se vienen abajo cuando
uno se toma la molestia de aplicar la herramienta de los científicos. Pero no
creas que la utilización de este método resta poesía a la realidad. Es un error muy difundido pensar así. Tenemos
la idea de que la ciencia, fría y rígida, barre la belleza sentimental del
mundo, dejándonos un universo austero y sin sentido del misterio.
La realidad es precisamente la
contraria. Los misterios más hondos se dan en la naturaleza, sin que tengamos
que ir más allá. Por ejemplo, a muchas personas les fascina que pueda existir
una enigmática capacidad mental para ver el futuro, cuando lo realmente
asombroso es que podamos ver el presente, El hecho de que tú, ahora mismo, con
solo alzar la vista, puedas contemplar el techo, o que al mirar por la ventana
puedas ver pasar los coches o notar cómo cambian de color las aceras en función
de las nubes que se encuentran en el cielo, o que seas capaz de mirarme
mientras te miro, es mucho más inquietante que esa presunta y no demostrada
capacidad para ver el futuro. O pensemos
en uno de los temas estrella del mundo paranormal: poder hablar con los
muertos. ¿Acaso no es más impresionante
que podamos hablar con los vivos? O mover objetos con la mente, la famosísima
telequinesia, concentrándonos ridículamente frente a un bloque de mármol ¿no queda eclipsado eso por el hecho, real y
constatable, de que podamos mover objetos con las manos?
El mundo real, aunque no
sepamos qué rábanos es, ese mundo magnífico que la ciencia intenta describir
con precisión, tiene ya los suficientes elementos de misterio como para que
necesitemos añadir alguno más; Siempre he pensado que la fascinación por lo
esotérico simboliza nuestro profundo y tristísimo desprecio por la realidad. Y,
sin esa fascinación no habrá ciencia, ni
hubiéramos descubierto que la electricidad y el magnetismo son la misma cosa,
ni que algo similar podemos decir del espacio y del tiempo, y que jamás se
habrían producido esos vuelcos en el corazón de Faraday, o los pinchazos de alegría
en el estómago de Einstein cuando empezó a comprender que la naturaleza
encajaba fantásticamente bien con las leyes que él mismo había pronosticado con
la ayuda tan sólo de un lápiz y un papel.
.
Este texto es un fragmento del libro "El Universo para Ulises" , escrito por Juan Carlos Ortega. Es un libro divulgativo asequible e interesante ( y con mucho sentido del humor, se nota que el escritor es también humorista) en el que hace un recorrido histórico muy ameno por la historia de la astronomía y de la física. Os lo recomiendo sin ninguna duda.
Os invito a que comentéis qué os ha sugerido la lectura de este texto. Podéis partir de una frase que os haya llamado la atención, mostrar vuestro acuerdo o desacuerdo con alguna idea, reflexionar sobre el límite entre lo científico y lo no científico en el campo de la astronomía o en cualquier otro...sólo os pido que sea un pensamiento elaborado por vosotros desde la reflexión y la creatividad.
Recordad poner nombre y curso.
Os invito a que comentéis qué os ha sugerido la lectura de este texto. Podéis partir de una frase que os haya llamado la atención, mostrar vuestro acuerdo o desacuerdo con alguna idea, reflexionar sobre el límite entre lo científico y lo no científico en el campo de la astronomía o en cualquier otro...sólo os pido que sea un pensamiento elaborado por vosotros desde la reflexión y la creatividad.
Recordad poner nombre y curso.